domingo, 16 de noviembre de 2014

"El eterno problema: las trazas"

Si la alergia alimentaria plantea en muchas ocasiones un reto para nosotros los alergólogos, para los pacientes se puede convertir en una auténtica odisea.

Y es que la medicina no es una ciencia exacta en la que 2 + 2 son 4.

A veces la historia clínica de reacciones de tipo cutáneo (erupciones, ronchas, picores, urticaria…), que habitualmente se tildan en Urgencias o por nuestros compañeros de Atención Primaria con el juicio clínico de “Reacción Alérgica”, no son tales.
Habones típicos de la Urticaria
Lo fundamental para nosotros es intentar asociarlo con algún “factor desencadenante”. Generalmente, en un episodio aislado, es difícil encontrar un culpable, y la pista nos la dais vosotros mismos cuando señaláis un determinado alimento como motivo principal.

Cuando ya tenemos al sospechoso y realizamos todo el proceso diagnóstico habitual, con nuestras pruebas cutáneas (“los pricks”), analíticas en busca del anticuerpo (la inmunoglobulina E específica frente a ese alimento), y en ocasiones, realizando provocaciones controladas con el alimento conflictivo, el problema no concluye ahí, con el juicio clínico de “alergia o hipersensibilidad al alimento x”. Tenemos una baza importante al saber cuál es el origen de nuestra alergia, pero las recomendaciones de evitación plantean dudas al paciente.

Hace unos años había una única línea de actuación: “si eres alérgico al alimento x, tienes que evitarlo a toda costa, sus derivados, los productos que lo tengan en sus ingredientes y los que contengan trazas de los mismos”. Pero esta estructura rígida se ha modificado en los últimos tiempos, y actualmente se podrían adoptar dos o tres líneas de recomendaciones:

          - Cuando las alergias alimentarias se presentan en pacientes adultos, habitualmente suelen llegar para quedarse, hablándose por tanto de “alergias alimentarias persistentes”. La recomendación suele ser la de evitarlo todo (producto, derivados, elaborados y trazas).

          - Cuando estos problemas alimentarios se presentan en niños, la historia es bien distinta, ya que las dos alergias alimentarias más habituales, a la leche y al huevo, se suelen superar hasta en un 85% de los casos, de manera natural, antes de los 5 años, son alergias transitorias (son además las más conocidas y estudiadas). Con otros grupos de alimentos como pescado, frutas, frutos secos, marisco o legumbres, el porcentaje de superación suele ser mucho menor. Para estos casos (leche y/o huevo), en aquellos pacientes en los que no haya existido una reacción importante, habría que determinar un “punto o umbral de tolerancia” frente a ese alimento, es decir, saber qué cantidad tolera sin que le genere reacción, ya que ese contacto repetido a lo largo del tiempo va a ayudar a la consecución de la tolerancia de modo más precoz. A este grupo no habría que eliminar de su dieta las trazas, ya que ese contacto repetido con pequeñas cantidades puede convertirse en su mejor aliado para alcanzar la tolerancia espontánea de forma más temprana.
Las alergias alimentarias más comunes son por leche y huevo 

          - En el caso de niños con reacciones importantes (que impliquen clínica respiratoria, hipotensión, o el desarrollo de anafilaxia…), no se puede hacer la misma recomendación y habría que tomar la misma actitud que en el primer grupo y evitarlo todo (producto, derivados, elaborados y trazas). 

Hasta aquí todo podría parecer bastante sencillo, pero la problemática no termina en la consulta, sino que empieza en el día a día, tanto para adultos como para los más pequeños y sus padres, a la hora de leer los etiquetados de los productos que consumimos.

Es importante la lectura del etiquetado de los alimentos y productos

La primera pregunta sería ¿qué son las trazas? El elemento traza en química analítica es aquel que se encuentra en concentración menor de 100 microgramos por gramo, o visto de otra forma, representaría 1 gramo por cada 10 kg de producto, algo casi insignificante, de no ser porque nuestro sistema inmunitario tiene una capacidad extraordinaria para detectar cantidades incluso menores.

Hay varios Reales Decretos y Reglamentos que regulan el etiquetado de alimentos en los últimos años (Real Decreto 1334/1999, modificado en Real Decreto 2220/2004, ampliado posteriormente en Real Decreto 1245/2008 y finalmente regulado en el Reglamento UE 1169/2011, para el que quiera profundizar).
 
Los alérgenos tienen que estar en una letra destacable respecto al resto

Si viviéramos en un mundo ideal, donde todo fuese perfecto, cada producto comercializado en el mercado pondría en su etiqueta los alérgenos de declaración obligatoria en la proporción que presentase o con el enunciado “contiene trazas de…”, lo que facilitaría la evitación por parte del paciente, y ahorraría muchos sustos.

Pero esto se complica con los condicionales, cuando en la etiqueta se pone de forma excesiva y preventiva, “puede contener trazas de…”, o se usan nomenclaturas distintas, que hacen referencia al mismo producto, pero que el paciente no tiene porqué conocer.

En la mayoría de los casos, estos “puede contener”, no contienen realmente, siendo un uso preventivo que se ha generalizado en la industria alimentaria, para justificar contaminaciones accidentales, ya sea por error humano o porque en la misma cadena de producción puedan quedar restos de estos alérgenos, procedentes de una producción anterior que si pudiese contenerlos en su composición. Sea cual sea el origen del problema, dado que no se puede garantizar al 100% que esos productos no puedan tener algún vestigio, los pacientes con reacciones serias deberán evitar estos también.

Como podéis ver, el tema de las trazas tiene mucha “miga”, hay todavía muchas dudas en el aire, y es complicado realizar recomendaciones formales extensibles a gran número de pacientes, por lo que lo prioritario es sentarse con los mismos, e informar de forma individualizada sobre la actitud a seguir.

Por último os dejo algunas páginas de interés de asociaciones de pacientes alérgicos como AEPNAA , Inmunitas Vera  y Elikalte, en las que podéis encontrar más información y apoyo, así como consultar alertas de alérgenos no declarados en el etiquetado de un alimento u ocultos que se recogen en la Red de Alerta Alimentaria de la AESAN (Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición. 

Dr. Jaime García Campos
Médico Especialista en Alergología
Grupo AlergoMálaga

lunes, 3 de noviembre de 2014

¿Existe la alergia a la humedad?

 Desde que comencé mi andadura como alergóloga, no existe un día en el que algún paciente no me afirme de forma sentenciosa: 

“Doctora, sé que soy alérgico a la humedad”

Pero como dijo aquel, vayamos por partes… 

- ¿Puede la humedad desencadenar síntomas de alergia? ¿Es esto posible?
En ocasiones, un sí y un no pueden ser respuestas correctas a un tiempo. A lo largo de este post entenderéis el porqué. 

La humedad, como tal, no tiene capacidad alergénica, pues su composición (vapor de agua) no contiene proteínas (o alérgenos), que son las responsables de desencadenar el mecanismo inmunológico necesario para inducir lo que conocemos todos por ALERGIA. La humedad no es más que una condición climatológica o ambiental (como prefiráis llamarla), que actúa como caldo de cultivo, como factor favorecedor, en el caso de ciertos alérgenos, para que puedan persistir en concentraciones elevadas en el ambiente. 
Humedad condensada en un cristal
  - ¿Cuáles son esos alérgenos que tienen esa relación tan estrecha con la humedad?
Fundamentalmente dos, los ácaros del polvo y los hongos. Así, si un paciente afirma ser alérgico a la humedad, probablemente su problema esté en una alergia a ácaros, a hongos, o a ambos. Los síntomas principales que suelen inducir son de índole respiratoria y ocular: rinitis, conjuntivitis y/o asma. 

Comencemos dando unas pincelas sobre las ácaros.

Los ácaros son una subclase de arácnidos, de los que existen casi 50.000 especies descritas, aunque se calcula que sólo 25 están relacionadas con enfermedades alérgicas en el ser humano.

Ácaro del Polvo visto al Microscopio Electrónico
  Abundan, sobre todo, en lugares con mucha vegetación, entre los productos de desecho en descomposición, y en asociación a musgos y líquenes. Además, se encuentran, de forma habitual, en el interior de los domicilios, especialmente en colchones, almohadas, alfombras y sofás. El ácaro más predominante en nuestra zona es el perteneciente a la especie Dermatophagoides.
Los principales factores ambientales que influyen en la presencia de ácaros son la temperatura y la humedad relativa. La temperatura óptima de reproducción oscila entre 25-35°C. La humedad relativa ideal, dependiendo de las diferentes especies, se sitúa entre el 60-75%.
En los domicilios de zonas con climas templados, los niveles de ácaros varían según las estaciones, con cifras bajas a comienzo del verano y una elevación progresiva a medida que se aproxima el otoño, seguido por un posterior descenso al llegar el invierno. A pesar de dicho descenso, en los meses con temperaturas más bajas, las partículas alergénicas de los ácaros pueden permanecer en el ambiente, por lo que la sintomatología que desencadenan en el paciente, en la mayoría de los casos es perenne.
Así, si eres alérgico a los ácaros del polvo y resides o tienes pensado viajar, por ejemplo, a la costa de Málaga, tu sintomatología podrá verse exacerbada. En cambio, si te trasladas al interior, donde el clima es más seco, apreciarás una gran mejoría.

- ¿Y qué decir de los hongos?
Dentro del reino Fungi, están incluidos lo mohos, que son hongos filamentosos, que forman unas colonias visibles (típicas manchas de humedad en las paredes, o la clásica pelusa que se forma en los alimentos). 
Hongo: Alternaria alternata

La inmensa mayoría son saprofitos, descomponen la materia muerta. Varias miles de especies provocan parasitación y enfermedades en las plantas; unas decenas provocan infección en el hombre (micosis), y sólo unas pocas, menos de 50 especies, tienen la capacidad de desencadenar enfermedades alérgicas. La más importante en nuestro país desde el punto de vista alergológico es Alternaria alternata.
La humedad favorece el crecimiento de los hongos, y el tiempo soleado y ventoso, la diseminación de sus esporas.
En climas cálidos y húmedos, los hongos están presentes a lo largo de todo el año. En zonas templadas, sus esporas se encuentran en concentraciones más elevadas al final del verano.
Para concluir, la humedad por sí misma no tiene capacidad para inducir enfermedades respiratorias de índole alérgica, pero sí favorece su desarrollo.
Una recomendación final para los alérgicos a ácaros y hongos: Evitemos la colocación de humidificadores en los dormitorios de nuestra vivienda. 

Hasta pronto. 

Dra. Clara Isabel Pérez Padilla
Médico Especialista en Alergología.
Grupo AlergoMálaga.