viernes, 15 de abril de 2016

El lado oscuro de las abejas…

La historia de las abejas ha ido siempre pareja a la historia del hombre. Existen incluso pinturas rupestres que representan ya en aquellos tiempos la recogida de la miel -por cierto, primer edulcorante descrito-. Se decía que en la Tierra Prometida corrían ríos de leche y miel… (Recomiendo encarecidamente la lectura de la obra “La vida de las abejas”, del escritor belga Maurice Maeterlinck, premio Nobel de Literatura en 1911).
Abeja: Apis Mellifera sobre flor de chumbera
Albert Einstein ya lo dijo en su momento: “Sin abejas no hay polinización, ni hierbas, ni animales, ni hombres”. Y es que estos pequeños insectos, aunque no lo parezcan, son absolutamente fundamentales para la sostenibilidad de nuestro ecosistema.

En los últimos años existe una gran preocupación: el cambio climático, los insecticidas y ciertos parásitos, parecen estar erigiéndose en protagonistas de la desaparición progresiva de estos bichitos tan necesarios.

¿Qué es una abeja?

Una abeja es un himenóptero, que no es otra cosa que un insecto artrópodo. Se caracteriza por poseer unas alas membranosas y una organización social compleja (digna de ser estudiada). Forma parte de la familia Apidae, y, además de polinizar y protagonizar dibujitos animados famosos, es capaz de producir un veneno que desencadena en algunas personas reacciones alérgicas, que en ocasiones pueden llegar a ser mortales (casi todos hemos visto “Mi chica”, la película de 1991 protagonizada por Macaulay Culkin, que aunque se trate de ficción, es un reflejo de la realidad).

Pero no hay que equivocarse: las abejas son unos insectos herbívoros y tranquilos, que no atacan a no ser que se sientan amenazados (por ejemplo, al manipular sus colmenas). En otras ocasiones, las picaduras de abeja se producen de forma accidental (al cruzarse con ellas mientras se va en moto o corriendo, etc).

La prevalencia de alergia en la población general al veneno de este tipo de himenópteros es muy baja. Salvo casos aislados, habitualmente son los apicultores y sus familias, así como los trabajadores del campo, los más frecuentemente afectados; y es la primavera, la estación de las flores y el polen, en la que la actividad de estas abejas es más intensa, cuando el riesgo de picaduras se incrementa.
Apicultores y sus colmenas

¿Cómo pica una abeja?

Las abejas obreras, que defienden la colmena, desarrollan un aguijón con púas en la zona posterior y una bolsa muscular con veneno. Tras la picadura, el aguijón queda clavado en la piel, y la bolsa del veneno comienza una contracción rítmica para bombearlo en el intruso. El abdomen de la abeja se desgarra y ésta muere. Es decir, podrás saber si te ha picado una abeja si te deja el aguijón clavado.


¿Qué le ocurre al paciente alérgico tras recibir una picadura de abeja?

El paciente alérgico puede sufrir desde reacciones locales, donde se inflama la zona corporal afectada por la picadura, hasta verdaderos cuadros anafilácticos. El abordaje será distinto en función de diferentes aspectos: no es lo mismo un paciente con reacciones locales que uno que sufre otras más graves, no es lo mismo un apicultor que una persona que vive en la ciudad y no frecuenta el campo, no es lo mismo un niño que un adulto, no es lo mismo un paciente con asma que uno que no lo padece…etc.

¿Qué precauciones debo tener si soy alérgico al veneno de las abejas?

Como se ha dicho antes, en la mayoría de las ocasiones las abejas pican al sentirse amenazadas. Se deberá evitar aproximarse a sus colmenas, realizar aspavientos si se tiene alguna cerca, practicar actividades de jardinería (sobre todo en primavera), dejar la ropa al aire libre (en todo caso se deberá sacudir antes de usarla), habrá que asegurarse de que no hay insectos dentro del vehículo, conducir con las ventanillas cerradas…etc. No hay que ser alergólogo para deducir estas recomendaciones ;)


¿Y si me pica una abeja?

Incluso sin ser alérgico, se recomienda no permanecer en la zona, ya que las feromonas de alarma liberadas durante el ataque podrían inducir nuevas picaduras. Se debe retirar inmediatamente el aguijón raspándolo suavemente con la uña, una tarjeta o un cuchillo; no debemos utilizar pinzas ni presionar: esto ayudaría a inyectar más veneno.

Respecto a la medicación, dependerá del tipo de reacción sufrida y de las recomendaciones realizadas por el alergólogo: desde aplicar hielo y/o cremas, hasta tomar antihistamínicos, corticoides, e incluso administrar adrenalina intramuscular en los casos más graves. Cada paciente deberá individualizarse. Los tratamientos no están indicados para todos por igual.

¿Tiene cura la alergia al veneno de las abejas?

Hoy en día está recomendado el tratamiento inmunoterápico (vacunación antialérgica) en aquellos pacientes que manifiestan síntomas de una determinada gravedad. Estos tratamientos tienen una eficacia demostrada y llevan usándose desde hace décadas. Eso sí, siempre se prescriben en los casos indicados, tras un exhaustivo estudio clínico y diagnóstico llevado a cabo por el alergólogo. Nunca deberá administrarse una vacuna frente al veneno de los himenópteros (abejas/avispas), fuera del entorno hospitalario y en lugares no habilitados para tal efecto.
En resumen: todo en este mundo tiene su lado oscuro, y las abejas no iban a ser menos…

Dr. Gonzalo Campos Suárez
Médico Especialista en Alergología
Grupo AlergoMálaga.

viernes, 1 de abril de 2016

Sensibilidad Química Múltiple: mito o realidad


Hoy en día, la Sensibilidad química múltiple (SQM) es objeto de intensos debates entre la comunidad científica, debido a que la mayoría de los casos detectados comparten muy pocos aspectos comunes, dada la variedad de síntomas y de grados de afectación.

Pero, ¿cómo se define exactamente?

La Sensibilidad Química Múltiple es un síndrome complejo que se presenta con síntomas diversos tras la exposición a una amplia variedad de agentes y compuestos químicos que se encuentran en el medio ambiente, presentándose dichas reacciones con una exposición a niveles tolerados por la mayoría de las personas.
Otros términos utilizados para describirlo son: “Síndrome de hipersensibilidad química”, “Alergia universal”, “Sensibilidad alimentaria y química”, “Alergia cerebral”, “Enfermedad ambiental”, “Síndrome de Respuesta a las Sustancias Químicas”, o incluso “Enfermedad ecológica”.
A pesar de estas denominaciones, aún permanece en un terreno incierto su mecanismo fisiopatológico y no se han podido confirmar ninguno de los múltiples factores sugeridos (inmunológicos, psicológicos, metabólicos, tóxicos…). Así pues, los síntomas manifestados por las personas afectadas son recurrentes y de carácter crónico, variables en cuanto a frecuencia, gravedad y duración.
Los síntomas no se limitan a un solo órgano o sistema; son diversos, pudiendo afectar al sistema musculo-esquelético: con dolores, debilidad, rigidez o fatiga; al cardiovascular: con palpitaciones, así como al gastrointestinal y al respiratorio. La afectación cognitiva cursa con síntomas neurológicos inespecíficos y la esfera afectiva se puede ver alterada. Todo esto ocurre sin un patrón común característico a todos los pacientes, lo que dificulta su identificación.

Entonces, ¿cómo se diagnostica?

Actualmente, no existe ningún biomarcador específico que permita confirmar este síndrome, es decir, no hay ningún parámetro analítico o prueba médica que ayude a su diagnóstico.
Desde el punto de vista alergológico tampoco se ha podido demostrar un mecanismo IgE mediado o celular que justifique esta relación, es decir, que ni las pruebas cutáneas ni las determinaciones inmunológicas en sangre, son capaces de identificar un responsable de los síntomas cuya evitación pudiera conllevar la mejoría del paciente. Por tanto, la detección de la SQM se basa en criterios clínicos, en los síntomas auto-referidos por las personas afectadas y en la historia de la exposición química, tras haber hecho un buen diagnóstico diferencial y descartado otras patologías.
¿Existe un tratamiento específico?

Debido al desconocimiento del mecanismo fisiopatológico responsable, no se dispone de un tratamiento etiológico específico, siendo su tratamiento fundamentalmente sintomático, orientado a mejorar la calidad de vida de las personas afectadas e intentando evitar la exposición a los agentes desencadenantes.
¿Cuál es la situación actual?

La evidencia analizada estima una prevalencia del 0,2% al 4% de la población general con un claro predominio de mujeres entre las personas afectadas.
Esta enfermedad ha sido catalogada por el Ministerio de Sanidad Español dentro de las enfermedades alérgicas no específicas, en la modificación clínica que ha realizado del CIE-9, lo que no implica que sea acertada su clasificación. Quizá por el término “sensibilidad”, algunos  pensaron que tenía que ver con la hipersensibilidad alérgica y esa forma exagerada de respuesta ante agentes exógenos, atribuyéndole el mismo epígrafe en la clasificación (el 995.3). Pero nada más lejos de la realidad, ya que como antes se ha dicho, hasta la presente no se ha hallado un mecanismo alérgico o inmunológico que dé explicación a este fenómeno.
Dra. Teresa Posadas Miranda.
Médico Especialista en Alergología.
Grupo AlergoMálaga.