jueves, 15 de febrero de 2018

Doctor, ‘me sienta mal el gluten’. ¿Qué soy, alérgico, intolerante o celiaco?


Vamos a comenzar con unas nociones básicas sobre qué es el gluten. El gluten es una glucoproteína que se encuentra en cereales de consumo tan habitual como el trigo, la cebada, el centeno o la avena, y en otros de consumo menos frecuente como la espelta, el kamut (trigo salvaje) y el triticale (cereal mezcla de trigo y centeno). A su vez, el gluten está compuesto por otras dos glucoproteínas: la gliadina y la glutenina.
Principales cereales con gluten
       El gluten es el responsable de la elasticidad de la masa de la harina, lo que permite que, junto con la fermentación, el pan adquiera volumen y esa textura esponjosa.

¿Qué es la enfermedad celíaca?
     Es una enfermedad autoinmunitaria caracterizada por una intolerancia permanente y crónica al gluten. La padecen personas que están predispuestas genéticamente y se caracteriza por una lesión de la mucosa del intestino delgado que provoca una atrofia de las vellosidades intestinales. Esta atrofia produce una inadecuada absorción de los nutrientes de los alimentos que tomamos (proteínas, grasas, hidratos de carbono, sales minerales y vitaminas), con los consiguientes problemas asociados para la salud.
Daño progresivo de las vellosidades intestinales en la celiaquía
  La prevalencia de la enfermedad celíaca en España es aproximadamente de una por cada cien personas. Esto la convierte en la enfermedad crónica intestinal más frecuente en nuestro país. Además, su componente genético justifica que pueda haber más de un paciente celíaco dentro de una misma familia. A pesar de ser la forma de sensibilidad al gluten más estudiada y mejor conocida, se estima que todavía hoy seis de cada siete celíacos pueden están sin diagnosticar.
     ¿Qué síntomas produce? Diarrea crónica, hinchazón abdominal, estreñimiento, náuseas y vómitos, anemia, debilidad generalizada, erupciones cutáneas, estreñimiento, dolor de cabeza, alteraciones del esmalte dental, raquitismo, fracturas espontáneas, etc. Y, ojo, incluso infertilidad.
   El diagnóstico de la enfermedad celiaca implica análisis sanguíneos de serología y a veces de genética, seguidos en muchas ocasiones de una biopsia del intestino delgado, y una clara evidencia en la reducción o eliminación de los síntomas cuando se está realizando una dieta libre de gluten. El paciente debe de estar consumiendo su dieta regular con gluten para un diagnóstico inicial preciso, el cual es realizado habitualmente por un médico especialista en el aparato digestivo. En la actualidad hay estudios en marcha de biomarcadores para alcanzar el diagnóstico sin la necesidad de estar consumiendo gluten.
      El tratamiento es la dieta estricta sin gluten durante el resto de la vida.

¿Y la alergia gluten, qué es?
            La alergia al gluten afecta a una proporción muy baja de la población y puede desarrollarse a cualquier edad. Se produce por una respuesta inmunológica de hipersensibilidad inmediata mediada por IgE.
            Su modo de presentación es muy diverso: desde un simple “sarpullido” alrededor de la boca (habones periorales), hasta el cuadro más grave de alergia, el shock anafiláctico. A diferencia de otras afecciones relacionadas con el gluten, los síntomas de una alergia al gluten son de inicio brusco, a los pocos minutos de tomar el alimento, pudiendo desencadenar una situación clínica grave de forma muy rápida. Como por ejemplo: vómitos, dolor abdominal, diarrea, sangrado digestivo, asma, tos, laringitis, rinitis, conjuntivitis, urticaria, edema o inflamación facial, lingual, palpebral, etc. En algunos pacientes, los síntomas solo se desencadenan asociados a ciertos cofactores, como el ejercicio físico.
Urticaria, presión faríngea, dificultad para respirar...
    El diagnóstico de las alergias alimentarias lo lleva a cabo el médico especialista en alergología. Normalmente mediante una prueba cutánea en prick y/o analítica de sangre para determinar la IgE específica a los cereales y a la gliadina, siendo en ocasiones necesaria la prueba de exposición oral controlada con el alimento en un centro hospitalario.
      El tratamiento consiste también en realizar una dieta estricta sin los cereales implicados, ya que siempre sobrevuela el riesgo de sufrir una reacción grave. En el caso de que el diagnóstico sea durante la edad infantil, será mayor la posibilidad de superar esta alergia con el paso del tiempo.

            Pues yo tengo los mismos síntomas que un celiaco, pero me han dicho que soy sensible al gluten NO celiaco
Evitar alimentos con gluten es el único medio diagnóstico
            Es una enfermedad de nuevo cuño que guarda muy estrecha relación con la enfermedad celíaca, ya que sus síntomas son muy parecidos. Pero los pacientes que la padecen no pueden ser calificados ni como celiacos ni como alérgicos.
            El mayor problema de esta nueva patología es el infradiagnóstico, al no ser identificada e incluso desconocida en muchos casos. En España se estima que más del 10% de la población es sensible al gluten y más del 90% no lo tiene diagnosticado.
            Aún hay dudas acerca de su diagnóstico y tratamiento, así como de los mecanismos fisiopatológicos. Puesto que actualmente no se cuenta con biomarcadores validados para diagnosticar la sensibilidad al gluten no celíaca, el protocolo diagnóstico sigue siendo engorroso y poco apto para grandes estudios epidemiológicos.
            Así que, el diagnóstico, a día de hoy, se confirma si una vez descartada la enfermedad celiaca y la alergia al gluten, se observa una mejoría al hacer dieta exenta del mismo, sucediendo una recaída cuando el gluten es reintroducido en la alimentación. El tratamiento sería, por tanto, en principio, la realización de una dieta sin gluten.
El etiquetado de alimentos obliga a indicar si contienen gluten
             Hoy en día, gracias a las nuevas normativas de etiquetado de alimentos, es mucho más fácil y seguro saber si un producto contiene gluten. Actualmente hay disponibles en el mercado gran variedad de alimentos sin gluten, pero, en todo caso, su precio sigue siendo más elevado que el del resto.  
            Y, por supuesto, donde queda aún mucho camino por recorrer es en la hostelería. Aunque en algunos restaurantes nos encontramos con un etiquetado correcto, en muchos otros sigue sin haber seguridad ni control sobre este tema.
            Esperamos que un futuro, gracias a la implicación de las asociaciones de celiacos y alérgicos, y por supuesto de las instituciones públicas, nuestros pacientes puedan sentirse tranquilos cuando salgan a comer fuera de casa.

Dra. Clara Isabel Pérez Padilla
Médico Especialista en Alergología
Grupo AlergoMálaga

jueves, 1 de febrero de 2018

Impacto económico de las enfermedades alérgicas

Inés tiene 6 años, es alérgica a los ácaros, y en algunas épocas del año lo pasa bastante mal… ella y su familia, claro. Hace algo más de un mes, empezó con tos de nuevo por la tarde, y cuando llegó la noche se hizo evidente que algo no iba bien. Le costaba respirar, casi no podía hablar sin ahogarse… y sus papás corrieron a acercarla al servicio de urgencias más próximo. 
La alergia a ácaros se la segunda en frecuencia tras la alergia a pólenes
Una vez allí, se le atendió rápidamente y tras varias horas de aerosoles y medicación por vía venosa, (con un suero), fue mejorando. Pero no del todo, así que la dejaron en observación “otro rato” más. Total, que al final la noche sin dormir y casi al alba, los padres deben decidir qué harán al día siguiente. Es laborable. Está claro que Inés no irá al colegio. Pero hay que decidir quién se queda a su cuidado. Y a quién le toca faltar al trabajo.
Inés padece crisis de asma
Rafael es autónomo, tiene una asesoría laboral y mil papeles y clientes citados para ese día. Yolanda es auxiliar de clínica en un centro médico, con varias consultas y pacientes programados para ser atendidos. Sea quien sea el que falte al trabajo, conllevará una pérdida de “productividad” importante (un pellizco menos a final de mes). Es verdad que lo importante es que Inés esté mejor y bien atendida, pero el descalabro familiar en la organización de los días que un hijo está enfermo es importante. Si estos episodios se repiten, además, la falta de asistencia al cole puede repercutir en las notas al final de curso… tanto, que se debe, y de hecho se hace, incluir esto a la hora de calcular el impacto económico de una enfermedad en la sociedad.
El coste económico indirecto es mayor al coste directo
   La salud, más bien, la falta de salud, repercute económicamente, no solo en forma de recursos económicos “costes directos” empleados (el dinero que cuesta la consulta de un médico, cuidados de enfermería, asistencia en urgencias, gastos de medicación y hospitalización…), sino que además, existen otros tipos de “costes indirectos”, que no siempre son tenidos en cuenta pero que pueden suponer un porcentaje nada desdeñable. 
Los costes indirectos en el caso de las enfermedades alérgicas en los niños, básicamente se pueden reunir en dos grupos:
1º los días perdidos de colegio (absentismo escolar, peor rendimiento en las actividades escolares, calificaciones…) generalmente acompañados de absentismo laboral (pérdida de productividad) si ambos padres trabajan, ya que al menos uno suele quedar a su cuidado, y
2º deterioro de la calidad de vida del niño (y obviamente de la familia).
 Cuando sumamos estos costes de la familia de Inés, a los de las familias del resto de niños con enfermedades alérgicas, así como los gastos que supone para el Estado la atención a estos pacientes, nos metemos en cantidades de dinero muy importantes. Por ejemplo:
En un estudio de 2015 realizado en Italia, para evaluar los costes directos e indirectos de las enfermedades alérgicas en general, se concluyó que el impacto económico total, asociado con las enfermedades respiratorias alérgicas y sus comorbilidades principales, fue de 7,33 billones de €. (Recenti Prog Med. 2015 Oct; 106 (10):517-27). Estudios similares en otros países arrojan datos de varios millones de dólares, euros, libras… si bien cada país tiene sus peculiaridades en cuanto a sus sistemas sanitarios, parece claro que las enfermedades alérgicas suponen un capítulo nada desdeñable en los gastos sanitarios.
  En España, en un estudio publicado en 2017, (Rhinoconjunctivitis Committee of the Spanish Society of Allergy and Clinical Immunology. Estimate of the total costs of allergic rhinitis in specialized care based on real-world data: the FERIN Study. Allergy 2017; 72: 959–966) se describen los gastos totales estimados a causa de la rinitis alérgica en nuestro país. Se concluyó tras seguir a casi 500 pacientes (de todas las edades) de distintas zonas geográficas, que el coste total de la rinitis alérgica por paciente-año fue de 2326.70€ (directos, 553.80€; indirectos, 1772.90€). Los costes directos, fueron significativamente más altos en mujeres (600.34€ vs 484.46€ en varones, P = 0.02). Y como era de esperar, los costes para la rinitis intermitente fueron menores que para la rinitis persistente (1484.98€ vs 2655.86€, P < 0.001). Los costes directos en pacientes con rinitis alérgica en pacientes con asma intermitente (€507.35) fueron más bajos que en pacientes con asma persistente leve (€719.07) y persistente moderada (€798.71) (P = 0.006). En conclusión: el coste total de la rinitis alérgica (acompañada de asma o no) es considerable. Cuanto mayor es la frecuencia de los síntomas o la gravedad, mayores son los gastos, obviamente. Los costes indirectos, básicamente de triplican los directos, su reducción implicaría un ahorro considerable a la sociedad.
La rinitis alérgica cuesta 2326€ por paciente al año
 También hay estudios sobre el coste que suponen las alergias a alimentos de niños y adolescentes. Por ejemplo, en un estudio de Estados Unidos de 2013, se estimó que los costes para los hogares de niños o adolescentes con alergias a alimentos se estimaban en cerca de los 25 billones de dólares. (The economic impact of childhood food allergy in the United States. JAMA Pediatr 2013; 167(11):1026-31). En otro estudio realizado en Europa (J Allergy Clin Immunol Pract 2015; 3:68-75) se comparó el gasto en hogares con hijos sin alergias alimentarias con niños diagnosticados de alergia a alimentos de 0 a 12 años y adolescentes de 13 a 17 años. Se concluyó que el gasto anual de los hogares donde hay alérgicos a alimentos fue mayor respecto a los que no. Básicamente por el coste directo en medicaciones, asistencia sanitaria, y más en el caso de anafilaxia en niños. También se calcularon los costes “intangibles” por ejemplo, la percepción de su propia salud en adolescentes o por parte de los padres en caso de los más pequeños. Y, adivinad, también eran significativamente mayores en el caso de los alérgicos.
Los productos "sin alérgenos" son más caros que los demás.
 Así pues, parece evidente que invertir en la reducción de los síntomas causados por las enfermedades alérgicas supone un ahorro económico muy importante para la sociedad, y dado que los recursos son escasos no conviene mal-emplearlos. ¡¡Un buen control de los síntomas alérgicos lleva a un menor gasto tanto directo como indirecto!!

Dra. Gloria Requena Quesada.
Médico Especialista en Alergología
Grupo AlergoMálaga